¿Qué tendrá el fuego que nos atrae de ese modo?
La tele, la única distracción para un adolescente en casa de la abuela, allá en el pueblo, se había averiado y Jorge permanecía frente a la chimenea aislado de todo estímulo que no fuera el chisporrotear del fuego, mientras fuera la helada caía en silencio tras la ventana creando la típica atmósfera gélida de las noches de invierno.
Se había resignando a pasar allí el fin de semana y mas aún cuando a media tarde empezó a nevar, ya no había escapatoria y aún podía ser peor si al día siguiente no despejaba.
La leña se estaba acabando y alguien pidió a Jorge que saliera al cobertizo a buscar otra poca para mantener la casa caliente toda la noche.
No esperaba el mozalbete esta oportunidad que el destino le brindaba para dar unas caladas a un cigarrillo a hurtadillas así que se acercó a su habitación a buscar una prenda de abrigo y su paquete de tabaco y salió amplio patio de la vivienda desde el que se observaba una empinada calle desierta.
Poco tardó en cruzarlo y acercarse a la pila de leña que se amontonaba en una esquina, los restos de la nevada de la tarde se habían congelado por completo y el frío tan fuerte que a Jorge le dolían los dedos mientras sujetaba el cigarrillo.
En un momento dado, a la hora de expulsar el humo levantó la cabeza y observó el cielo estrellado, precioso esa noche. Justo en aquel instante algo rompió la paz del momento, una luz tenue allí arriba, en lo alto, que se intensificaba por momentos y se movía de forma diferente a como se mueven las cosas en el cielo en un gélida noche de invierno en una aldea apartada.
Duró poco pero lo suficiente para que Jorge se quemara los dedos pues ya hacía un buen rato que el objeto se había ido (porque ya no dudaba de que había sido un objeto) y el chico seguía mirando al cielo.
No, aquello no podía haber pasado, nadie le creería y todos se reirían, no, mejor olvidarlo.
Cumplió su misión y se acostó pues le temblaban las piernas. A la mañana siguiente casi se había convencido a si mismo de que había sido una de las muchas pesadillas que tuvo aquella noche.
El fin de semana terminó y Jorge volvió a clase el lunes. El episodio del fin de semana había quedado por fin atrás hasta que ya terminando la mañana escuchó un conversación entre varios profesores en la que uno de ellos aseguraba haber visto una luz muy rara el sábado por la noche, una luz que parecía un objeto. Las bromas de los demás profesores con el tema convencieron al supuesto Jorge de que era mejor que olvidara el tema y así lo hizo, hoy es la primera vez que habla sobre aquello después de casi 30 años.
Va por Dña. Sinda. (Si, yo también lo vi, señora, también lo vi.)
Me alegro mucho de tu participación, da gusto ver como se os da a todos esto de los relatos.
ResponderEliminarEspero que Toni se tome en serio lo de hacer un libro, aunque sea en pdf para descargar.
Saludos y felicidades por la estupenda historia.
Eulogio...no hay ventana ni calle desierta...Era una de las condiciones. Yo te ha aceptaría, pero los demás han estado condicionados por esas dos cosas que debían aparecer y no creo que fuera justo que aceptara la tuya.
ResponderEliminarEso saí, puedes insertarle la ventana y la calle desierte muy facilmente a la historia y así te la aceptaré. Por ejemplo:
Se había resignando a pasar allí el fin de semana y mas aún cuando a media tarde empezó a nevar. Lo vio a través de la ventana ya no había escapatoria, la calle estaba desierta y aún podía ser peor si al día siguiente no despejaba.
Si se lo incluyes así o como tu desees, te la acepto. perdono porque puede que no estubiera bien explicado en la entrada. Lo siento.
Ya está Eulogio, apuntado...jejeje
ResponderEliminarDe momento es la historia que más me gusta, está muy bien relatada. Eso sí tienes una falta, tuVO del verbo TENER lo has escrito con B...
ResponderEliminarUn saludo!!
Gracias Sarinha.
ResponderEliminarPor favor dime donde lo has visto ya que acabo de repasar el texto y no lo encuentro
Ya encontré la cagada.
ResponderEliminarRectifico.
Gracias Sarinha.
Me gustó mucho tu historia Eulogio, tanto que se me hizo corta.
ResponderEliminarPero ¿se llamaba Jorge?.
Saludos Eulogio:
ResponderEliminarBuena historia. Muchas veces ocurren cosas para las que no tenemos explicación pero son muy reales. ¿Cierto?
Chisporrotear, hurtadillas, mozalbete..... hum! hacía mucho, mucho, que no leía estas palabras. Un gusto Eulogio.
ResponderEliminarAlgún día me arranco yo en mi blog y cuento algo por el estilo que le pasó a ...."una amiga", je!.
Nos vemos por aquí.
Un abrazo y suerte!.
Ana.
Y buena la rectificación para participar, ando repasando todas las historias para votar y el listón está muy alto.
ResponderEliminarSaludos
Ehh!! que me he decidido por tu relato, ¡realmente genial!, ya sólo me faltaba uno para completar mis votos!
ResponderEliminarSaludos y un abrazo!
Ya siento recordar lo del pirómano, esto no lo sabía y menos que era tu vecino...
ResponderEliminarsaludos.